MECAGÜENDIOS, CON DOS COJONES, KONPARSITXU
En el jatetxe, en la mesa de al lado, los prejubilados de la caja de
ahorros, de telefónica, de iberdrola, dicen mecagüendios unas 20 veces
por minuto. Yo he quedado con mi hijo y cuando llega nos damos un beso y
empezamos a hablar en esa lengua que ellos reverencian como a un hueso
de Santa Teresa pero en la que apenas llegan a saludar. Acojonados,
confusos, acomplejados, callan, como si les hubiera regañado el viejo
cura del colegio. Me dan ganas de susurrarles al oído mecagüendios un
par de veces, para animarlos un poco. Incluso decirles algo bueno sobre
el equipo de fútbol local, y que me crean uno de ellos, y puedan
sentirse un poco más verdaderos. Pero no, hoy no quiero. Este es mi
país, mi país, de nombre incierto. Mecagüendios, mutilak.