viernes, 1 de septiembre de 2017



MECAGÜENDIOS, CON DOS COJONES, KONPARSITXU


En el jatetxe, en la mesa de al lado, los prejubilados de la caja de ahorros, de telefónica, de iberdrola, dicen mecagüendios unas 20 veces por minuto. Yo he quedado con mi hijo y cuando llega nos damos un beso y empezamos a hablar en esa lengua que ellos reverencian como a un hueso de Santa Teresa pero en la que apenas llegan a saludar. Acojonados, confusos, acomplejados, callan, como si les hubiera regañado el viejo cura del colegio. Me dan ganas de susurrarles al oído mecagüendios un par de veces, para animarlos un poco. Incluso decirles algo bueno sobre el equipo de fútbol local, y que me crean uno de ellos, y puedan sentirse un poco más verdaderos. Pero no, hoy no quiero. Este es mi país, mi país, de nombre incierto. Mecagüendios, mutilak.