UNA
EUROPA SIN PASIÓN
Tantas
cosas se han dicho sobre el Brexit en poco más de 24 horas que añadir algo
nuevo deviene casi imposible.
Pero
hay una cuestión que, en mi opinión, siempre ha estado presente y que, siquiera
de forma lateral, afecta a la creciente y general desafección que suscita el proyecto europeo: la falta de asideros simbólicos y emocionales para
esa futura patria común.
Sin
pasión es imposible erigir (en las conciencias humanas, que es donde
verdaderamente existe) una patria o una nación. Sin pasión aún es más difícil
erigir una nación de naciones. La Unión Europea renunció a hacerlo desde el
principio, confiándolo todo a las notas del Himno de la Alegría y al diseño de
una bandera realmente bonita.
Pero
esa ausencia de todo espíritu movilizador, esa renuncia implícita a utilizar
recursos emocionales ha sido, a lo largo de
las décadas, un lastre que ha dificultado la aparición de un mínimo entusiasmo
europeísta.
Se
puede argumentar que el uso de esos recursos es propio de ideologías
irreflexivas y que estas a menudo devienen en movimientos antidemocráticos.
Pero también es cierto que los principios ilustrados y las altas consideraciones
morales, por sí solos, no conquistan los corazones de los pueblos. Como mucho,
los de escogidas minorías.
Podrá
gustar o no, pero los seres humanos necesitan asideros físicos y asideros
psicológicos para sus creencias, sus convicciones o sus principios. Las
religiones, las naciones, los partidos políticos, los sindicatos, los
movimientos sociales de toda condición, urden liturgias, redactan eslóganes,
diseñan símbolos, conciertan reuniones, todo con el fin de anclar en los
corazones las ideas que manifiestan. Europa nunca ha querido hacer eso. Europa
consideraba que el mero progreso del bienestar material y el recuerdo de las
terribles guerras del pasado serían suficientes para mantener en los corazones
un razonable espíritu de concordia europeísta.
Lo
que no se ha dado cuenta es que la ciudadanía europea ya no considera la
prosperidad material una conquista de nuestra civilización, sino que la
considera apenas un mero dato de la realidad, del mismo modo que el recuerdo de
las terribles guerras del pasado se diluye sencillamente porque el sistema
educativo ya no habla de las terribles guerras del pasado. Pienso ahora que, si
los jóvenes europeos hacen del bienestar un dato dado, también hacen de la paz algo
parecido: son cosas que ahí están, que quizás han estado siempre, y que por
tanto no se hallan en peligro porque forman parte de una realidad lógica y
estable. Cuánta inocencia. Cuánto candor...
Además,
seamos sinceros: Europa realmente no se ha construido sobre la famosa bandera azul o la
inmortal pieza de Beethoven. Europa se ha construido sobre una
minuciosa política agrícola que regulaba y volvía a regular el precio de los
tomates o de las berenjenas. Europa se ha construido sobre el constante establecimiento de toda
clase de prohibiciones fundadas en una implacable policía sanitaria. Europa se ha construido sobre largos y aburridos reglamentos economicistas, y no sobre brillantes textos fundacionales, ebrios de altura política y moral.
La burocracia política está investida de toda clase de defectos y no hay que descartar que en ella pueda haber incluso alguna virtud, pero si de algo podemos estar seguros es de que una burocracia no despierta pasiones y que es el instrumento más torpe para llevar nada a los corazones humanos, nada que no sea indiferencia, cuando no severa antipatía o, incluso, auténtico desprecio.
La burocracia política está investida de toda clase de defectos y no hay que descartar que en ella pueda haber incluso alguna virtud, pero si de algo podemos estar seguros es de que una burocracia no despierta pasiones y que es el instrumento más torpe para llevar nada a los corazones humanos, nada que no sea indiferencia, cuando no severa antipatía o, incluso, auténtico desprecio.
Totalmente de acuerdo. Pero Europa, a pesar de los pesares, de los dimes y diretes de unos u otros políticos y/o partidos, de guerras y paz, de revolución o innovación, de la city financiera o de los mercados, de solidaridad o agresividad, de fronteras y alambradas, de sermones o mítines, de símbolos o fotografías, de libra o euro, de izquierda o derecha... Europa la han construido las personas, y no nos ha ido tan mal. Todo mejorable, por supuesto. Nos hubiera ido mejor sin la Unión? El camino se hace andando... y muchas veces tropezamos. Lo importante, levantarse y seguir adelante.
ResponderEliminarSin duda, Joserra. Respondiendo a tu pregunta (Cuya respuesta la sabes mejor que yo, claro) es que sí que nos ha ido mucho mejor con Europa que sin ella. Pero esa falta de asideros simbólicos, esa falta de pasión sentimental... se paga, creo. Un abrazo fuerte.
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