EN CONTRA DEL PENSAMIENTO MÍTICO...
TAMBIÉN EN ECONOMÍA
Se habla mucho de las supersticiones con relación a las ciencias
experimentales, pero nunca con relación a la ciencia económica. Quizás
porque la política aún prevalece en ese último ámbito, y maneja a su
placer el odio, la ignorancia y el miedo, los peores instintos del ser
humano, engañando a las masas con la eficacia de un siniestro
inquisidor. Si en otro tiempo estaba prohibido decir que la Tierra no
era el centro del universo, ahora está prohibido decir que la riqueza no
es una masa constante a lo largo de la historia, o que si se pone un
precio mínimo a un bien habrá un exceso de oferta y que si se pone un
precio máximo a un bien desaparecerá del mercado. Está prohibido decir
que si se impide la venta legal de un producto demandado por la gente
esta correrá a cargo del mercado negro. Está prohibido decir que hay una
relación directa entre mayor intervencionismo público y mayor nivel de
corrupción. Está prohibido recordar que, si se eliminan los incentivos
económicos, se priva de impulso al trabajo y al instinto empresarial. La
economía es el último refugio de los demagogos, de los tiranuelos, de
los pandilleros graduados en la Complutense, porque la economía sigue
dominada por los mitos y las supersticiones, y en medio de esa
ignorancia los magos pueden hechizar a las masas y jugar con los
sentimientos de pobres y humillados. Y no, en ese campo no hay mucho
escéptico dispuesto a alzar la voz y decir la verdad, porque elogiar a
Galileo en el siglo XXI viste mucho y sale gratis, pero denunciar la
credulidad económica sí resulta arriesgado, y ellos saben que pueden
jugarse mucho, y tienen miedo, y pocas ganas de meterse en problemas, y
asumen, al fin y al cabo, que en el silencio no se vive tan mal.
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